lunes, 11 de diciembre de 2017

De Los Silos vengo

Ayer regresé de Los Silos, del Festival Internacional del Cuento de Los Silos. Este año me mudé allí durante todo el Festival para poder ver mucho y bien, para disfrutar de cuentos y encuentros con los que somos, desde hace muchísimos años, fieles seguidores de esta cita ineludible y del trabajo de su director, Ernesto Rodríguez Abad.

Ya son veintidós ediciones de las que he disfrutado justo la mitad. Este año el tema protagonista ha sido el AGUA, y mi querido Nareme Melián ha sido el ilustrador del cartel. Me he traído una camiseta y todo, al más puro estilo fan.


He podido acudir a casi una veintena de sesiones en localizaciones de lo más dispares, con narradores de diferentes países y lugares de España. Me pude enamorar de narradores nuevos, como Ana Sofía Paiva (Portugal) y reencontrarme con Clare Murphy (Irlanda), a la que guardo un cariño muy especial y una admiración tremenda.
Fue un lujo volver a ver a Carles García (La Rioja), disfrutando más que nunca, y a Martha Escudero (México/Barcelona) fuerte y dispuesta; a Iñaki Carretero (País Vasco) dándolo todo y más durante tantas semanas.
Una suerte volver a disfrutar de la serenidad de Mohammed Hammu (Norte de África), el arrojo de Benita Prieto (Brasil), la alegría de Rafael Ordóñez (Madrid), el saber hacer de Mar González (Barcelona).
Conocí a Pedro Mario López (Cuba) y a Ana Larat (Francia), y volví a disfrutar en plazas y patios de mis queridos compañeros de isla y profesión: Héctor Ruiz, Diego González, María Kapitán, Juan Carlos Toste y Andrés Novoa. Una suerte.

Clare Murphy en el Ex-convento de San Sebastián

Carles García en el Centro de Salud

Hammutopía en la Casa del Cuento

Una de las cosas que más me gustó este año fue todos los emplazamientos nuevos en la naturaleza. Lugares que no conocía de Los Silos y que me fueron presentados a través de su historia y de cuentos.
Andrés Novoa en Los Lavaderos

Andrés Novoa contó en los lavaderos de Susana, antiguos lavaderos del barranco del Agua, construidos en 1924. También escuché a Ana Sofía Paiva en una cueva la montaña, con estas vistas del pueblo.

También hubo cuentos en espacios creados especialmente para la narración de historias relacionadas con el agua, como el Molino de Agua en el que escuchamos a Iñaki o una réplica de la Casa del Caudal en la que vimos a Ana Larat-Lini. Lugares de entrada reducida (no más de 15-20 personas) y sesiones cortas, familiares y cercanas. Una maravilla. 

Molino de agua, espacio Fonteide.

Con Juan Carlos en el interior del Molino

Uno de mis actos favoritos siempre son los Desayunos de cuento, que este año vinieron de mano de Martha y Pedro Mario. Qué delicia desayunar historias.

Martha Escudero contando en los desayunos

Hubo catas, terror, presentaciones de libros... y hablando de eso: ¡¡¡QUÉ FERIA!!! Este año cambió su distribución y estaba especialmente bonita, maravillosamente decorada por Omaira Afonso y su equipo. Me traigo libros para dar y regalar. Allí acudí a la presentación de Las Sábanas de Naoko (Pilar Ferrer) y a la sesión de Cyranas, interpretada en Lengua de Signos.

Feria del libro en el Ex-convento de San Sebastián

Y, bueno, dejo para el final uno de los encuentros que más me emocionaron: ¡¡¡¡¡conocí a NOEMÍ VILLAMUZA!!!!!. Puede parecer normal, pero poder hacer un sencillo taller con ella o hablar un ratito me conmovió. Uno de los primeros álbumes ilustrados que conté fue DE VERDAD QUE NO PODÍA y le tengo un cariño especial a su delicioso, delicado y cuidado trabajo. ¡¡Gracias por traerla, Ernesto!!
Noemí Villamuza en un taller de poesía visual

Pasaron muchísimas más cosas que no pude ver pero que Isa Robayna captó maravillosamente con su cámara y su disposición. Pueden ver todo en el blog de la web del Festival o en el Facebook.

Y gracias un año más a todo el equipo que conforma el Festival por un trabajo duro e impecable.
Gracias, Claudia Macchi, por venir desde tan lejos y dejarte disfrutar tanto, Juan Carlos, por compartir conmigo casa y ronquidos. Familias de la biblioteca de Santa Cruz, siempre es un placer verlas.
Compañeros, amigos, un lujo encontrarnos entre, con y a través de las historias.
Vuelvo gorda de cuentos, alta de cariño, rizada de ganas, con ganas de ser mejor narradora, de contar, escuchar y ver más. Madre, qué suerte de profesión.

¡¡¡Hasta el próximo año!!!

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